LA DEPRESIÓN APARECE


A principios de julio de 2018 decidí ir de visita a casa de mis padres. Allá se me desató una profunda crisis depresiva. Me sentía muy triste sin razón aparente. Traté de explicar mi malestar pensando que mi cuerpo no se sentía bien en ese lugar y me lo estaba haciendo saber. Debo reconocer aquí que no disfruto mi estancia en casa de mis padres debido a que es un ambiente en el que siento que pierdo mi libertad, mi naturaleza. Allá todo gira en torno al pecado, el fanatismo, y esa combinación a mí no me gusta, a pesar de que nací y crecí en medio de eso, o creo que por eso misma razón es que no tolero ese mundo.
Decidí volver a Valledupar luego de tres días de visita, pero antes llegué a Cartagena a hacer unos trámites en la Universidad. Esa ciudad me tenía preparada una sorpresa. De forma muy casual me encontré con un chico que había sido mi novio virtual hacía más de cinco años. No nos conocíamos personalmente, yo lo llamé para preguntarle cómo llegar a la Universidad de Cartagena y él terminó yendo hasta donde yo estaba. Yo tenía la curiosidad de conocerlo, pero a la vez me daba miedo. Cuando lo vi, sentí una fuerte atracción por él, fue algo muy raro porque hacía mucho tiempo no me sentía atraída por nadie distinto a Álvaro. Bueno, esa tarde entre palabras y risas, terminamos besándonos.

La ansiedad y la angustia que me producía saber que estaba pensando en otra persona que no era mi esposo, me dio las fuerzas necesarias para salir corriendo de esa relación, si así se le puede llamar. Me alejé de ese muchacho, lo bloqueé de mis contactos. Él me buscaba y yo le pedí que se alejara de mi lado, que no quería problemas en mi vida matrimonial. Finalmente él comprendió mi postura y no volvió a buscarme por lo menos durante unas semanas. Me costó desapegarme, pero lo logré rápido; sin embargo la tristeza que tenía antes de llegar a él, volvió a aparecer y ahora con más fuerza.
Empecé a sentirme desesperanzada, inconforme con todo, más irascible que de costumbre. No entendía realmente qué pasaba conmigo. Pensé que con un paseo lo solucionaría todo, así que me fui a conocer un pueblo del Magdalena. Fui con  Álvaro, en ese momento todavía sentía que necesitaba su compañía. Allá terminamos peleando, porque mientras él quería quedarse en el hotel viendo futbol, yo deseaba salir a recorrer el pueblo. Me llené de impotencia y frustración, me sentí muy triste. Pasé llorando toda la noche. Esa fue la primera vez que contemplé la posibilidad de ponerle fin a esa relación. Empecé a sentir que él y yo no debíamos estar juntos, que teníamos intereses y deseos tan alejados, pero lloraba al no saber cómo salir de ahí.

El día siguiente él trató de arreglar las cosas, y yo estuve contenta unos días. Decidimos cambiarnos de casa porque vivíamos en una que no nos parecía grata, era un lugar muy oscuro. Nos pasamos a un apartamento más grande y más bonito, un lugar donde entraba mucha luz. Ahí mi corazón empezó a estabilizarse, vi algo de luz en medio de la oscuridad que era mi mente. Empecé a sentir que mi amor por él había disminuido, que ya no lo veía de la misma forma, que me sentía incómoda a su lado. A principios de agosto me atreví incluso a decirle tímidamente que ya no lo quería como antes.  Prometí hacer el esfuerzo, intentarlo, y él se comprometió a tratar de reconquistarme, tarea inútil la de ambos porque cuando el amor empieza a acabarse, es inevitable que muera.  
Durante los meses siguientes intentamos revivir el amor, yo traté de olvidar que lo estaba dejando de amar y supongo que él trató de convencerse que aún yo lo amaba. Me metí de lleno en mi trabajo y en mis proyectos, me olvidé de mí y traté de silenciar mi voz interior. Sin embargo, como dice mi amigo Facundo Cabral, una vez encendida la luz interior, nada puede apagarla. Yo experimenté eso porque después de dos meses de engaño, reapareció la crisis y con tanta fuerza que sentí que no me abandonaría nunca hasta que me decidiera.
Empecé a leer muchos libros sobre depresión, a escuchar psicólogas expertas en el tema de las relaciones, descubrí que tenía una fuerte dependencia emocional porque, aunque no deseaba estar con él, la sola idea de imaginarme viviendo sin él me producía una ansiedad brutal. Sentía la necesidad de terminar esta relación, no quería seguir, pero había un gran problema: no sabía cómo decirle a él que no seguiría más a su lado. Empecé a sentirme mucho más deprimida, lloraba mucho, cambié por completo mi comportamiento con él y con todos. Mi hermana decía que me veía muy extraña. Creo que ya todo el mundo me veía extraña. 
Decidí hablar con él, una amiga me aconsejó que lo hiciera. Le abrí mi corazón y le expresé lo mal que me sentía. Él no pudo contener las lágrimas pero mostró la actitud más comprensiva del mundo. De todas las cosas que han ocurrido, la que más agradezco es la reacción de él ante la situación. En medio de su dolor, hizo todo lo posible por estar conmigo y acompañarme en esa situación tan compleja. Un verdadero acto de amor. 
Estaba enganchada en una relación tóxica, así que decidí buscar ayuda profesional para lograr salir de ahí. Contacté una psicóloga que me dejó más confundida de lo que en principio estaba. Me dijo que no tomara ninguna decisión a la ligera, que me recomendaba terapia de pareja. Le aclaré que yo no quería salvar esa relación, que me quería ir de ahí, que no me sentía plena en esa relación. Ella nunca estuvo de acuerdo, a mí no me importó, salí de ese consultorio decidida a salir de ahí por mis propios medios sacando fuerzas de mi interior. Seguí leyendo libros. Vinieron días muy intensos, leía de forma desenfrenada día y noche. Cada vez iba comprendiendo más que era lo que ocurría.
Mi crisis depresiva era acompañada de imágenes dolorosas sobre mi infancia. Mis lecturas sobre dependencia emocional me pusieron en contacto con algunos  traumas propios no superados y otros heredados de mi madre, la mujer más dependiente que conozco. Empecé a escribir sobre mi infancia desde mis recuerdos, sobre cómo me veía a los cuatro o cinco años. Según me cuenta mi madre, mi primer año de vida estuve a cargo de mi abuela materna. Siempre fue una niña miedosa y triste que se refugió en la máscara de ser la mejor estudiante y la hija ejemplar. Mi primera adicción fue como a los dos o tres años: era adicta a comer tierra, y lo fui por lo menos hasta los diez años. Recordar todos los episodios de maltrato que vivió mi niña, fue algo muy doloroso pero liberador. Comprendí de dónde provenía mi tendencia a ser dependiente en las relaciones y lo afectada que estaba mi autoestima. 
Empecé a buscar el sentido de cada una de mis relaciones y descubrí patrones que se repetían una y otra vez.  Inconscientemente estaba buscando un hombre que hiciera las veces del padre protector, amoroso, consentidor y cariñoso que nunca tuve. Estaba desesperada por encontrar a alguien que me quisiera, que me mostrara afecto, por eso había terminado enamorada de Álvaro, un hombre que me daba la seguridad y el afecto que yo sentía que necesitaba para estar tranquila. Sin embargo, ese cariño me generó una dependencia, entonces al tiempo que me mantenía viva, me hacía la mujer más insegura e infeliz del mundo. 
Yo había comprendido cómo había llegado a esa relación, por qué estaba ahí, por qué me sentía tan deprimida y por qué era urgente irme de ahí. Intenté dialogar con mi hermana, traté de explicarle que tenía ya la situación clara, que me quería ir. Ella no lograba comprender lo que ocurría. Incluso terminó alejándose de mí por un tiempo. Quería hacerme creer que estaba confundida, yo sentía en mi interior que ya no había confusión, que yo sabía lo que debía hacer, pero no sabía de dónde sacar el valor necesario para hacerlo. Buscaba desesperadamente alguien que me apoyara en mi decisión, todos se alejaban. La vida me enseñaba a asumir mis decisiones sin fugarme con los otros. 
A principios de noviembre hablé con Álvaro, le dije que me separaba y que la decisión estaba tomada. Él me propuso que tomara dos meses mientras organizaba mis cosas y me hacía a la idea de vivir sola. Acepté su propuesta, sin saber que esa espera me sometería a los días más ansiosos y dolorosos de mi vida. Es abrumador despertar al lado de la persona a las que en unos meses tendrás que dejar y de la dependes. Mi deseo era dejarlo, pero la dependencia me hacía sentir impotente. Además todo el tiempo pensaba si sería correcta mi decisión.

Esos últimos dos meses tuvimos una bonita relación, en términos sexuales seguimos como una pareja normal, pero emocionalmente se creó una brecha que era mayor cada día. Por someterme a esa situación empecé a enfermarme, me daba migraña, dolor de espaldas, diarrea. Me sentía muy ansiosa, no sabía cómo iba a hacer. Decidí empezar por buscar dónde vivir. La primera tarde que salí encontré un lugar y decidí irme a vivir ahí. Ese mismo día adelanté el pago, estaba tan cargada que no tenía fuerzas para seguir buscando otro lugar.

Empecé también a hacer los trámites del divorcio. Estaba convencida de que esa relación estaba irremediablemente deshecha. El 24 de diciembre estuvimos muy tristes, no salimos a ningún lado, nos acostamos muy temprano, ese día yo tenía hechas mis maletas, habíamos planeado mudarnos esa semana. El 25 de diciembre muy temprano me desperté decidida a salir de esa casa, tuvimos una discusión porque mientras yo intentaba pasar ese trago amargo rápido, él trataba de postergar la situación. Yo sentía que no podía seguir ahí un día más, la situación se me había hecho inaguantable.
Él recogió sus cosas y salió a buscar un carro. Yo tenía mucho miedo de esa primera noche sin él, me aterraba pensar en la crisis de abstinencia que se me venía encima. Recordaba lo mal que había estado la noche que nos habíamos separado, pero a la vez me llenaba de ánimo y era consciente de que las cosas iban a ser menos traumáticas porque ya lo peor había pasado. Sin embargo, todavía debía superar un par de retos que tenía pendientes. Me llené de valor para asumir la primera noche sin consumir a quien fue durante tres años ininterrumpidos mi droga, mi fuga. Estaba muerta del susto, pero con miedo y todo me lancé a la mar.  






Comentarios

Entradas populares de este blog

ENTRE LA SOLEDAD Y LOS AMORES FURTIVOS

60 DÍAS DE BOHEMIA

EN MEDIO DE HOMBRES TÓXICOS Y ABUSADORES